Hoy es el primer día de otoño, y es de verdad un día de otoño: ¡Hay nubes!, desde que nos levantamos estamos viendo pasar grandes nubes que atraviesan a gran velocidad nuestro pequeño valle, desapareciendo camino de Guadalcanal.
Este largo verano nos ha dejado la monotonía del calor y la sequía, con el contrapunto de las maravillosas noches con un firmamento con una inmensidad de estrellas. La huerta dio todo lo que pudo que fue mucho y pronto, y que ha quedado en los botes de conservas: pisto,
Acabamos de recoger la uva, no se de donde pueden las viñas sacar los cuatrocientos litros de mosto que hemos cosechado, y los otros cuatrocientos que hemos compartido con los pájaros.
El ganado echa de menos comer verde, las cabras, que son atletas, se cuelan a la huerta saltándose la cerca y “rebañan” las hojas de los árboles hasta donde son capaces de llegar.
A la cerda que parió este mes de agosto, le tuvimos que poner un ventilador dentro de la zahúrda, después han seguido naciendo otras dos camadas y ya hay quince lechoncitos correteando; y hoy, con el otoño, han nacido otros ocho.
Los árboles de aquí tienen la sabiduría genética de, durante el verano, cerrarse en banda a cualquier pérdida
de agua, no crecen, no engordan las bellotas, no hacen fotosíntesis, ¿no respiran casi?, pero superviven. Árboles, animales y personas esperamos con urgencia el otoño; hoy nos parece que está llegando, que nos promete lluvia, y estamos felices.